Esa mujer, que tan tibia se arroja
El brazo recoje, los labios humedece
Me aprieta, me besa y palidece
Mientras en su naturalidad, sonroja.
Esa mujer, jardín de extraña melancolía
Que se ríe de mis pálidos excesos
Por quién aguarda paciente los besos
Y caricias, que jamás a otra yo daría.
Esa mujer que al silencio proclama
Feliz de mi mano guarda su huella
Nunca mujer alguna fue tan bella
Ahora soy miseria y plenitud
De quien ama.