Ricardo Castillo.

Privación de domingo

Cuando no hay mucho que decir
o decir algo no significa mucho
y haya que callar
callar para escuchar

el canto de los pájaros sobre las ramas
el revolotear del viento en las hojas del naranjal
y esperar su presencia audible en mi ventana

donde nadie pasa
nada pasa
y todo está vacío

de mañana de domingo
y todos duermen
y se apagan las luces del vecindario

en estas mustias horas del café y el mate
y la leche tibia y galleta de avena
del crujir y el sorbo
entre el amargor y el dulce

cuando ya no hay nada que decir
porque no hace falta
y me guarde las palabras de mañana en los bolsillos

mientras regresa la sed
y el hambre
y la pregunta

y la impaciencia
tome de la cosecha de este albor

mezcla de azul
y rojo
y amarillo
que se plantan frente a mi casa
que en sus fauces
todo engullen
como brumas

no estoy solo
como yo
alguien ve el horizonte partido en dos
al mismo tiempo

lejanas visiones
se entrelazan silenciosas desconocidas
dejando un poco de ausencia
y de falta
de lengua y de voz

Para qué sirve
en esta hora
el tiempo de la certidumbre

si no puedo pensar
la hondura de mi simiente

ni en la falta
de mi falta

que no tienen mis palabras
cuando las necesito

Cuando el sol queme
este lienzo tornasol

y todo sea verde
en aquella esquina del trópico

y marrón
en los cerros de Lima

y luego venga la lluvia
y falte en un lugar del Atacama
cuando yo falte
y vos también

y alguien en su ventana sienta como yo siento
esta premonición efímera de la ausencia
que se dilata a galope

piense
ojalá pueda guardar para otros días
en forma de silencios
la felicidad y el miedo en el mismo baúl

y en contra de su voluntad
su fuego interior abrace a un solo

hermano mío

si tenés forma de mirar el cielo
la mañana de este domingo
y de todos los domingos
y de todos los nombres de los días
no importa si son lunes o martes

porque quiero nombrar domingo
a todos los días
de los días

hermano mío

desde tu ventana
abarrotada y carcomida de óxido y egoísmos

donde otros pusieron antes que vos sus manos
sus manos sobre el metal
sus manos sobre tu sacra piel
sus manos sobre tu santo espíritu
sus manos sobre el llanto
de tu lejana madre y de tu padre muerto

tus manos sobre mis manos sucias
y sobre las brasas de tu fuego

suspirá —
que yo por vos suspiro

mientras se apacienta la impaciencia
de los hombres con armas y garrotes

que no tiene valor alguno
para el fatal futuro que se cierne

que ahora nos engaña
para no mirar
para no callar
para no dejarnos quietos

para ir por sobre nosotros mismos
para nuestra propia aniquilación

Por eso levanto mis manos
como un gesto de mi rendición
de mi derrota
de mi propia nulidad
de mi cobardía absoluta

pues ya están aquí
los días de las palabras
afiladas como bayonetas

la palabra adoctrinada
la palabra domesticada
en la boca del arlequín

las palabras que hiparon los hipsters
y que nadie quiso escuchar

yo hermano mío

te regalo mis domingos
te regalo el cielo

que todavía existe
en estas horas

del amanecer