No me tengas en cuenta mi sarcasmo.
No te asomes al borde del abismo.
La venganza jamás tuvo un orgasmo.
Que el rencor no te lleve al paroxismo.
Cuando absuelvas a mi alma de tu cuerpo
en el juicio final de los desplantes,
aliviada dirás: ya no me acuerdo
de los besos que te alquilaba antes.
Y tendrás los semáforos en verde
para ir de mi cama a cualquiera
sin peaje en la hiel que te recuerde
que tu piel fue también mi carretera.
La razón no se gana ni se pierde:
cada cual lleva una en su cartera.