En la plaza pública,
con el cuerpo y el alma en alegría,
más el rosario como guía,
latía mi corazón con la imagen de María...
Esto sucedía,
en un carro de rosas por mediodía,
coronada de gracia
la entonaba un cántico a su gloria...
De forma sencilla,
sin los aderezos que usa la retórica,
con María consoladora,
mi corazón de bien se transformaba...
A la luz de su mística,
como un creyente fiel que la venera,
en mi pecho reposa
la fe encendida que nunca se apaga...