No soy lo que muestro,
ni lo que digo ser.
En eso miento sistemáticamente,
porque las sonrisas son solo una portada
y el contenido es el silencio de mis mil preguntas,
preguntas sobre mí,
sobre lo que fui,
sobre lo que seré;
incluso me pregunto qué soy
ante los ojos de quienes dicen que me quieren.
Y no me decido si eso duele,
o solo me lastima,
o quizá me motiva a ser algo
que nunca he sido,
pero puede ser mejor.
Dentro de mí habitan laberintos sin salida,
hechos de preguntas que jamás me senté a contestar.
Y detrás de cada decisión hay un miedo antiguo,
uno que elegí ignorar
creyendo que, si no lo nombraba,
dejaría de doler.