No existen las horas,
respiro,
estás
no estás,
es una acreción,
es mi cuerpo que te respira,
es más que tu imagen,
son sueños que están dispersos...
Aún veo tus ojos en antares,
tus manos son
conversiones de cuarzos,
es más que pensarte,
es neural
y sangre, calor,
vibro,
hacia el fuego de tu piel,
atezada
y no estás,
miro a los cielos de la madrugada,
eres una utopía,
enebros sagrados de lo que siento,
y de lo que dejo en mis propios silencios.
Eres la perfecta noche,
caos,
furtiva,
y corres en los helechos
de lo oscuro,
cerca de caudales y agaves,
en mis propios pensamientos.
En su respiración
en su aire,
coloco mi sangre,
que mis oscuridades te traigan a mi,
que te envuelvas de mi luz,
que tu verdad brille,
que tus simientos,
vean en mi alma al fin,
una pradera,
con el sol eterno,
alternando
auras nocturnas,
vértices,
a oasis,
y el torrente sideral...
Que,
los demonios y videntes,
en sus circulos,
dancen la oscuridad,
el undísono,
y el alba quebrante el destino,
pero,
¿si fuera solo un ensueño?
si no estás, yo estaría,
donde no existen las horas,
donde no existe nada más,
que ésta madrugada.