Alberto Escobar

Casi mañana

 

 

 

Casi mañana,
casi, ya, te veo 
pegada, como en Dadá,
al ritmo de una música
que tal entraba oído
abajo se concretaba
a la altura de tu culo,
tan bonito y propicio
a mi forma genital,
tan encajable en mí
como una pieza púzlica
respecto de la aledaña,
y es así como te siento
—¿cuántas veces mencionado
te lo he?—, como que la pieza
que yo represento, que soy,
en ese púzle que tú y yo, día
a día, dibujamos y damos
materia tocable, tiene sentido
si la tuya, la que tú representas,
está a mi lado, porque al estar
uno encajado en el otro se cierra
un círculo, tal que el contorno
que limita el mundo que con ellas
construímos se contornea con líneas
rectas, sin sinuosidades que inviten
el encaje de otras, sin puertas hacia
nadie que habite fuera. 
Casi mañana, 
casi te veo, te estoy viendo,
tocando tu suavidad espeluznante,
tu calor como que lo siento dentro,
como si tus sensores, tus alarmas,
se transportaran cuánticamente
hasta la dermis de mis piernas, 
me erizara el deseo del vello, excitara
el anhelante obelisco que rellena
el desierto de la entrepierna y tal
excálibur de la Guerra de las Galaxias
se encendiera enhiesta y buscara
tu ranura desesperadamente. 
Casi nada, y ahora algo menos
que cuando empecé lo que ya, 
de repente, puntúo final.