Nos Quisimos Sin Promesas…
Nos quisimos sin promesas,
sin relojes, sin testigos.
Éramos dos cuerpos buscándose en la sombra de una historia que nunca podía ver la luz.
Tu risa era mi refugio, y tus manos, el lugar donde dejaba de dolerme todo.
Pero afuera, todo era mentira.
Allá, fingías no conocerme, y yo, aprendí a caminar como si nunca te hubiera tocado.
Éramos lo que nadie debía saber,
el error más hermoso, la coincidencia más maldita. Nos dábamos todo en poco tiempo, porque sabíamos que el reloj siempre estaba en nuestra contra.
Fui tu escape.
Tu pausa entre dos mundos que no podías unir. Y tú… fuiste mi caos más perfecto, mi imposible favorito, la herida que no quise cerrar.
Nunca me dijiste “quédate” en voz alta,
pero tus silencios lo gritaban.
Y yo, aunque nunca pedí que te quedes,
me moría por pedirlo.
Al final, te fuiste como llegaste:
sin ruido, sin explicación… dejándome con el recuerdo de lo que casi fue, y con el corazón lleno de todo lo que nunca dijimos.
Y sí…
Nos quisimos.
Pero no fue suficiente.
Porque hay amores tan intensos
que nacen para doler,
no para quedarse.