Soy fuerte,
pero no como los demás.
No porque no llore,
sino porque lloro y sigo.
No porque no me duela,
sino porque camino con el dolor a cuestas
y no dejo que me detenga.
Soy fuerte del alma,
de esa fuerza que nadie ve
pero que me sostiene
cuando el mundo se me cae encima.
No tengo músculos de acero,
tengo heridas cerradas con paciencia,
cicatrices que ya no sangran,
pero me enseñaron a seguir.
No grito.
No golpeo.
No huyo.
Solo respiro hondo y sigo firme,
aunque por dentro tiemble.
Soy fuerte,
porque elegí no rendirme
cuando era más fácil dejarlo todo.
Soy fuerte,
porque aún roto,
me sigo llamando
vida.