Buenas noches, suegro.
Por favor, venga y llévesela ahora.
Su hija no vivirá aquí ni una hora.
La descubrí: alguien más la atesora.
¿Alguien lo hubiera imaginado?
Cruzó el límite de la impunidad,
actuó sin claridad, sin vanidad,
y perdió su marido y dignidad.
Reconozco que no estábamos bien;
no es un problema de recién.
Pero no para que me deshonre,
me rebaje y confunda mi nombre.
Sé que no soy del todo inocente:
no siempre estaba sonriente,
muchas horas fuera de casa,
y ni tiempo para el café en la taza.
Duele mucho lo que ocurrió…
el sueño familiar desapareció.
Ya no habrá juntos más futuro.
Infidelidad… no, eso es seguro.
Podríamos haberlo hablado;
no doy nada por sentado.
Eligió la emoción y traición,
opuesto a mi ser y tradición.
Usted no es culpable, ni mi rival.
No le pidió que fuera su aval.
Pero este es nuestro final:
triste, despreciable y cabal.
Veré cómo solo mi vida seguir.
Estoy sensible y a punto de hervir…
No. Debo estar calmado y no herir;
la paz interna me hará revivir.
Es tiempo de reflexión y aceptación.
Esta vez necesitaré contención.
Buscaré ayuda y reconstrucción:
a mi cuerpo y alma daré atención.
Sin duda la recordaré y extrañaré,
y sin ella el mismo hombre no seré.
Necesitaré fuerza para levantarme,
y más aún cada noche al acostarme.
Termino líneas de introspección.
No hay otra posible solución.
Está tomada mi resolución:
no la perseguiré ni la castigaré,
aunque nunca jamás la perdonaré.