Mis ojos, siempre al acecho,
te vigilan sigilosos
tras la puerta de tu lecho
donde se ciernen tus posos.
Y escondido en mi guarida
tras el telón de tu escote,
doy comienzo a la partida
de mi remo con tu bote.
Y siempre ganas la apuesta,
y nunca llego a tu puerto,
y cuando subo la cuesta
me pongo el parche de tuerto.
¡A bordo, filibustero,
marginal, corcel esquivo,
casquivano y embustero!
Ora muerto, ora vivo.
En mi boca, tu tesoro;
en la tuya, mi torrente;
anoche nuestro decoro
quedó en manos de los ausente.
Y nos hicimos del otro,
y recorrimos la senda
que cabalgaba tu potro
con dos riendas y una venda.