Donde el Tiempo No Alcanza
Corría por la vida
como quien dribla a la muerte.
Con el pecho expuesto al sol,
una familia esperándolo en casa
y las gradas ovacionando sus pasos.
Todo en su sitio:
una risa que lo abrigaba,
hijos que aprendían su nombre
como si fuera promesa.
Un hogar, una rutina sagrada,
una calma vestida de eternidad.
Pero la muerte no pide turno.
Llega como el silbato que nadie espera,
como ese pase torcido
que cambia todo el juego.
Un segundo.
Un accidente.
Y el silencio se volvió titular.
Ahora su camiseta cuelga
en un clóset que ya no se abre.
Su taza sigue en la mesa,
esperando un sorbo
de un mañana que no despertó.
Hay un niño que patea hacia el vacío,
esperando que papá
regrese del trabajo,
como siempre.
Como nunca más.
Y así se rompe la vida:
sin himnos ni despedidas,
sin la gloria de un último gol.
Solo un fuera de juego eterno.
Por eso no guardes tu amor.
No lo encierres en el descuento,
porque a veces no hay tiempo añadido.
Solo este rato.
Este día.
Este momento.