¡Madre!
¿Por qué me apartaron de ti
cuando el frío rozaba tus párpados?
Sabían —lo sabían—
que el regreso ya no era posible,
pero, aún, así,
me alejaron
de la escarcha de tu lecho.
Y en ese instante
se apagó el azul de tus ojos,
y yo,
de pronto
quedé huérfana de tu aroma
perdido en el aire estéril
de aquel cuarto sin alma.
Y nunca más el calor de tus manos
Arropó la frialdad de mis días.