Ese oscuro destino de morcilla
a castigo de incrédulos propenso,
te lleva de las sartas en capilla
al infierno de brasa y humo denso.
Va rumbo a un desayuno en la vajilla
de hambriento comensal. A fuego intenso
el verdugo calienta la parrilla
como si fuera a asar a san Lorenzo.
Empezando el ecuánime proceso
con elegancia ataron tu pescuezo
y la punta de abajo con un ñudo.
Así la humanitaria cocinera
te conduce al tormento de la hoguera
con base en una ley: ¡la del embudo!