No aguardo luz ni código en la brisa,
ni el parpadeo exacto de un mensaje.
Solo tu nombre, en su callado viaje,
me basta para hacer que algo se irisa.
No hay deuda ni promesa que garantice,
ni pacto que te amarre al calendario.
Sos libre como un mapa imaginario
que cambia al ser leído y se desliza.
Yo sigo siendo orilla en tu distancia,
atento a cada ola, sin urgencia,
guardando lo que no se puede dar.
Y si algún día el mundo te hace ausencia,
sabé que en esta suerte de constancia
hay un lugar que no te va a fallar.