Hay días en que el alma no dice nada, pero el pecho retumba como un tambor viejo.
Callamos con la boca, pero los ojos… los ojos arden.
Gritan lo que no decimos.
Hay silencios que pesan más que un grito, más que un portazo, más que una despedida.
Porque son los que vienen de adentro, de donde uno no sabe si aún hay luz o solo brasas.
He vivido lo que muchos temen.
He mirado el cielo desde el barro, y aún así, levanté la mirada porque sabía que allá arriba seguía brillando algo.
No pido que me entiendan, pero si me escuchan, tal vez alguien se sienta menos solo.
Porque a veces no se trata de tener respuestas, sino de resistir sin rendirse.
Y si el silencio grita…
yo le respondo con versos.
Porque lo que no se dice, también merece ser escuchado.