El Corbán

DONDE TU SILENCIO ME NOMBRA

Te busco en la estepa del sueño marchito,

donde arde el recuerdo con fiebre de lumbre,

y en cada suspiro doliente y proscrito

te invoco, amor mío, del fondo de la cumbre.

 

Tu sombra aún recorre mis días vencidos,

como un soplo antiguo de aroma inmortal,

y duelen los besos que fueron huidos

bajo esta existencia de sal y de sal.

 

Tus huellas retumban en mi madrugada,

latido espectral que no sabe morir,

y en mi alma, baldía, desangelada,

te siento, te llamo, te vuelvo a sufrir.

 

Te pienso en la lluvia que moja mi duelo,

en cada crepúsculo gris que me abrasa,

te hallo en los cielos, te lloro en el suelo,

te espero en los ecos sin luz de mi casa.

 

La vida sin ti se ha tornado deshecho,

y todo me hiere con forma de ausencia,

no hay gozo que cure este ardor en el pecho,

ni dioses que apaguen tu omnipresencia.

 

Tan lejos estás, y tan cerca en mi herida,

que a veces te hablo sin voz, sin aliento,

y siento que el mundo, sin ti, no es vida,

sino un lento, cruel, funerario invento.

 

Donde tu silencio me nombra, yo habito,

donde tu memoria me quema, yo ardo,

y vivo el suplicio de un tiempo maldito

en que amarte es solo dolerme y no hallarte.

 

Y en este silencio que a diario me asombra,

descubro en tus gestos la imagen primera:

no fuiste otro ser, ni pasión que me nombra…

¡Eras yo, cuando aún tenía bandera!