El diablo de mi orgullo me aconseja mientras duermo;
en su espejo puedo verme como ahora estoy enfermo,
aunque de nada me arrepiento ante esta fiebre.
Pequé de muy sensible yo por dar un buen ejemplo
a todos los que siguen sosteniéndose en el mundo,
como un común acuerdo para quedar tan siempre a gusto.
De lo que gasto no hay registro, y es el espacio que va a abrirse
al fin sobre mi sitio, el ritmo místico ambulante
abduciendo el pensamiento a que no pueda más darse sensatamente.
Muro enfrente, azul lente lo sumerge en vulgar sangre,
y se enronquece la garganta en una sátira el viernes
que viene certero a columpiarse contigo de vértigo.