Maximiliano Taranto

Él HEROISMO DE LA ESTÉTICA

 

El triunfo del relativismo. 

Le dije que era especial. Y entendí que también era una muestra de afecto entenderla. Y que para hacerlo debía desenterrar mi forma salvaje, y enterrar mi complejo ego. Que el deseo que nace de la libertad total es más sincero y profundo.

Que si te gusta una flor, no debes arrancarla. Debes dejarla ahí, en su jardín.

 

  EL RENACIMIENTO DE LA ABSOLUTA BELLEZA

 

Entonces, se precipitó esta idea como razonable ideológia; con capacidad de argumentar, reconvenir, y traspolar lo cierto, lo bello, lo justo y lo estético, en novedoso silogismo, en alterno racionalismo.

En vibrante capacidad de solayar al argumento estructural del ego.

Entonces comprender lo incomprensible, tomar por cierto lo incierto y sentir actuar correcto, permitir lo incorrecto.

Adherir al relativismo; privar el buen gusto de opinión por el afán de comprender el actuar errático.

Todo ello, toda esa libertad aparentemente de ser instrumento de la idiotez. Ver y ser la justificación de la vulgaridad.

Todo ello para besar los mismos labios, la misma piel; y que sepan diferente.

Todo ello para que su agitación ahora sea sudor, y que su pelo ya no huela a miel.

Todo ello para que la mirada que creaba verdad, se tiña de vergüenza.

Todo ello para dejar de despertar con una diosa, y amanecer con una humana.

Todo ello, para ser testigo de Otra estrella desplomarce del firmamento; todo eso, todo,  para nosotros dioses, actuar como humanos.

 

Si hubiera una religión, que trate de Los Ángeles de los domingos. Otro diferente sería el cuento; soñar e imaginar toda la semana a la ninfa. La hija mestiza de la ternura y el narcisismo. La más angelical de todas las hijas del diablo.

Ignorar el comulo de advertencias; la incipiente corazonada. La opinión contraria de los amigos. El comportamiento erróneo y evidente.

 

Sostener, tu despreciable ternura, el perfume. La capacidad de generar el deseo. Brujerías. Tu piel de pollo, tu sutil mordisco.

 

Abrazar al escorpión aún sabiéndose picado. Abrazar aferrado a la idea que olvidará su naturaleza depredadora. Abrazar para herir de recuerdos su coraza, morir envenenado para saber que es vanidad también la bondad. Pero es heroica la ternura.