¿Qué pasa cuando una ciudad
ya no te llama por tu nombre?
Cuando caminas sus calles
y no te reconocen los árboles,
ni el viento, ni el sol.
¿Qué pasa cuando el lugar
que fue hogar
te mira como extraño,
como si nunca hubieras llorado en sus esquinas,
como si tus pasos no importaran?
¿Qué pasa cuando duele más quedarse
que marcharse,
pero marcharse
también duele?
¿Qué pasa cuando el eco de tu voz
ya no rebota en sus muros,
cuando ni la noche
te arropa como antes?
A veces,
la ciudad no cambia.
Cambia uno.
Y el alma se queda huérfana
de lugar.