Criatura de voz corta
y largos augurios,
tu proceder incesante
—impredecible y preciso—
convoca la mirada entumecida
de toda una sociedad sin párpados.
Atestiguan,
cómo se tejen uno a uno
los eslabones brillantes
de una cadena interminable
de mentiras útiles.
Ser de muchas palabras,
tus presagios son huesitos
de cadáveres olvidados
a la orilla de las carreteras.
Allí, el paso constante de los vehículos
los va moliendo
como quien tritura la historia
hasta no quedar nada.
Solo queda un polvo antiguo
que respiran los inocentes,
fabricado por tu boca
como si fuera aire.