En el rincón donde habita el olvido,
susurra el viento secretos callados,
la luna espía desde su escondido
cielo de sombras y sueños helados.
Camino lento, sin rumbo ni norte,
mi alma cansada, descalza y herida,
persigue un eco que a veces me corte
como la duda que todo aniquila.
El tiempo arrastra promesas y nombres,
rostros que fueron, palabras que yacen,
se hunden en polvo los viejos pronombres,
y en mi memoria los miedos renacen.
El mundo gira sin pausa ni tregua,
y yo me pierdo en su eterno vaivén,
la vida muerde, la muerte sosiega,
¿quién soy ahora? ¿quién fui? ¿quién seré?
Hay fuego en mí, aunque a veces no arda,
y ruge el mar en mi pecho apagado,
si bien la noche mi fuerza retarda,
aún queda luz en lo más olvidado.
No es resignarme lo que me sostiene,
sino el deseo de hallar otra piel,
de hallar un alma que viva y que entrene
mi corazón para amarse también.