Cuando vuelva en mi la memoria de aquellos días;
otrora el pasillo que ahora vacío, lleno estaba de ruido;
no dejaré huella en el barro, ni en el pensamiento porfía,
del lugar en el que fui feliz durante tanto.
Estuve tan feliz rodeado de la gente más mundana.
Sentí el aliento de la mañana en una taza y un libro,
tenía los saberes del mundo en el reducto de una sala.
Ahora, ¿qué queda de mí que todos se han marchado?
Buscaré en los retazos de la memoria, y remembraré este día.
Luego no me busquen, que ya también me habré marchado.
En el lugar donde todo se aprende, olvidaré que estoy llorando.
Dedicado a la preciosa profesión de la enseñanza, que tan bien me hace, y que hoy hace que escriba este poema en homenaje a todo lo vivido durante este año.