Tras la bambú tenue, umbral de lo bello, un Edén de rosas despliega su encanto. Carmesí profundo, un hablar sin destello, de un amor que es puro, sublime y constante.
Mariposas danzan, aladas cometas, entre los pétalos de terciopelo encendido. Sus vuelos son versos, secretas saetas, de un sentir que el alma ha siempre querido.
La luz que desciende, suave y dorada, pinta cada hoja, cada espina sutil. Una atmósfera tibia, de dicha bordada, donde el tiempo olvida su paso febril.
El aire se embriaga de dulce perfume, promesa de besos, de tierna pasión. En este jardín donde el alma se esfuma, florece un romance de eterna canción.
Cada rosa abierta, un sublime poema, cada aleteo, un susurro de amor. En esta belleza que el corazón extrema, se encuentra lo eterno, de un mágico ardor.
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