Me dijeron que odiarte sería el castigo a tus errores. Como si fuera un purgatorio eterno sobre tu alma desolada y rota.
No se puede corregir el pasado, el tiempo es testigo de eso. Cuanto más pasan las horas, más imposible se hace. Ya está hecho.
El dolor de las acciones se manifiesta entre las consecuencias que carga tu espalda; clavos negros perforan tu conciencia, susurrando a tus oídos aquella vez que fallaste y que jamás podrás enmendar. Es más que suficiente.
Ella se sorprendió que no te odiaran. Viendo tu reflejo en el presente lejano, comprendo que la gente no es blanca caminando sobre el jardín del paraíso. Ellos no te comprenden.
Enojarse está bien; podrían despreciarte al principio, yo una vez lo hice, pero es ignorante e insensible hacerlo por siempre sin tomar en cuenta que te has redimido.
Te has arrepentido de aquel terrible error, de aquel daño profundo; has pagado tantos años, has cambiado demasiado, has sufrido tanto. Has anhelado y esperado un amor perdido que buscabas pedir perdón. Tenías la esperanza de recuperarlo para vivir ese amor.
Pero aquel amor ya se ha ido.
Tú lo has reconocido y cada mañana lo ves siguiendo adelante, deseando desde el más profundo corazón dar todo por cambiar ese momento vivido, por cambiar todo en aquellos años perdidos. Y eso estará siempre en tu vida.
No puedo odiar a un hombre que luchó por tantos años, no puedo odiar a un hombre que llamó hijo al ser que ha esperado.
Te volviste valiente solo al verlo, no te escondiste en las sombras. Te volviste mejor que ellos.
Tomaste las responsabilidades mostrando tu cara ante el mundo. Le dijiste “te amo” a tu hijo sin importar que él no te conociera.
El verdadero amor es empezar de cero; el verdadero amor es perdonar, olvidar, hacer el bien, dejar ir, amarse a sí mismo; el verdadero amor es renacer una vez más, es hablar con la verdad, es hacer todo lo posible por la humanidad.
Ese es tu verdadero amor, tan puro y real. Nunca había visto a un hombre amar de verdad.
Aprendo de ti a pesar de tus errores; prefiero aprender de ti para no ser cobarde. Admiro tu persona. Cuanto más te miro, más te amo; cuanto más te leo, más te comprendo.
Te perdono.
Gracias a ti, amo más a mi padre.