Prefiero que venga,
dejar un espacio vacío,
uno que me permita pen
sar, saber si lo que vengo
haciendo hace tanto sigue
siendo mío, siguen fruncien
do cada vello hasta erizarlo.
Prefiero sentir la tirazón den
tro, que un resorte de no sé
qué material salte, se erija
y haga bailar mis dedos de nue
vo sobre un teclado que llora
el antiguo roce, abandonado
a su suerte, sin amparo.
Que surja, en toda su escultu
ra, una gana, un algo que ne
gro sobre blanco —como me da
por decir— dé contorno
a aquello que pienso, o me sale.
Que venga a mí y me pida
que le abrace, que le cuenquee
entre mis brazos y de la opresión
subsiguiente amase un mensaje
cualquiera, aunque sea solo vila
no al viento.
Pues eso, que así sea.