JoJo Quezada

Todos los poetas pierden la cabeza (en algĂșn momento)

La noche me llama como una gata en celo en los tejados

escápate conmigo, deja que te sorprenda, me dice

y yo, juguete de aventuras de extranjeras, me dejo llevar.

 

Esta vez será diferente, habrá sexo, drogas, alcohol,

prueba prueba…

No te va a pasar nada

me dice la chiquilla decapitada con las manos empolvadas

y yo pruebo pruebo…

 

El viento deja de soplar y sale el sol en medio de la oscuridad

por la nariz entra una esperanza de vida

que se difumina en el intento de ser consuelo

y las amistades que bailan

se van fundiendo en un lento movimiento de consumo

los cuerpos se van pegando

y el aire parece hacerme falta.

 

Desespero, me asfixio, necesito salir

afuera hace frío, me dice la chiquilla decapitada

yo te puedo dar abrigo, repite agarrándose nerviosamente las manos empolvadas

aquí, aquí tengo tu remedio

y yo, esclavo de los deseos extranjeros, me dejo llevar.

 

Amanezco pero el sol no ha salido

hundido en este pozo de falsa alegría

rodeado de solitarios que tienen de consuelo un cuerpo

pero no una cabeza

y busco a la chiquilla decapitada para que me sirva de su frágil remedio

no está.

 

Salgo a que me quemen las pupilas los rayos del sol asesino

y a que las viejas me juzguen

los deportistas emprenden carreras contra el tiempo y las arrugas

y yo en su favor dejo que me posean

es el equilibrio, digo

por alguien que se cuida y forja su porvenir

debe haber otro que se destruye y ahoga sus oportunidades en una línea de cocaína

y yo elegí ser el segundo.

 

Porque para ser poeta hay que bordear la muerte

-destruir para construir-

hay que incendiarlo todo

en las cenizas están los mejores poemas

y las velas que iluminan rostros impíos me aburren

como me aburren los poemas de amores imaginarios

o de patrias sin muertos 

o monumentos a la nada.

 

La chiquilla aparece nuevamente con sus tijeras a la mano

y me ofrece un corte de cabeza

así duele menos, asegura

y todos los poetas tienen que perder la cabeza en algún momento, termina

y yo, marioneta de pasiones extranjeras, me dejo llevar.