La noche me llama como una gata en celo en los tejados
escápate conmigo, deja que te sorprenda, me dice
y yo, juguete de aventuras de extranjeras, me dejo llevar.
Esta vez será diferente, habrá sexo, drogas, alcohol,
prueba prueba…
No te va a pasar nada
me dice la chiquilla decapitada con las manos empolvadas
y yo pruebo pruebo…
El viento deja de soplar y sale el sol en medio de la oscuridad
por la nariz entra una esperanza de vida
que se difumina en el intento de ser consuelo
y las amistades que bailan
se van fundiendo en un lento movimiento de consumo
los cuerpos se van pegando
y el aire parece hacerme falta.
Desespero, me asfixio, necesito salir
afuera hace frío, me dice la chiquilla decapitada
yo te puedo dar abrigo, repite agarrándose nerviosamente las manos empolvadas
aquí, aquí tengo tu remedio
y yo, esclavo de los deseos extranjeros, me dejo llevar.
Amanezco pero el sol no ha salido
hundido en este pozo de falsa alegría
rodeado de solitarios que tienen de consuelo un cuerpo
pero no una cabeza
y busco a la chiquilla decapitada para que me sirva de su frágil remedio
no está.
Salgo a que me quemen las pupilas los rayos del sol asesino
y a que las viejas me juzguen
los deportistas emprenden carreras contra el tiempo y las arrugas
y yo en su favor dejo que me posean
es el equilibrio, digo
por alguien que se cuida y forja su porvenir
debe haber otro que se destruye y ahoga sus oportunidades en una línea de cocaína
y yo elegí ser el segundo.
Porque para ser poeta hay que bordear la muerte
-destruir para construir-
hay que incendiarlo todo
en las cenizas están los mejores poemas
y las velas que iluminan rostros impíos me aburren
como me aburren los poemas de amores imaginarios
o de patrias sin muertos
o monumentos a la nada.
La chiquilla aparece nuevamente con sus tijeras a la mano
y me ofrece un corte de cabeza
así duele menos, asegura
y todos los poetas tienen que perder la cabeza en algún momento, termina
y yo, marioneta de pasiones extranjeras, me dejo llevar.