El melón y la navaja
y el perro que relame una telaraña
forman parte de un paisaje
que en una tarde larga
uno apunta con letra clara
para que nada se escape
antes de que la luz se vaya.
Revolotea una mosca
en su último intento
por endulzar su negra alma
con algo más que espurias venganzas.
Corre por una acequia
agua fresca
que de la tierra saca
un molino de piedra y argamasa
con muelas que más que moler cantan
un estribillo que dice,
ñaca, ñaca,
hago polvo el grano
que por delante pasa.
Ya a la molinera
le gustaría ser un hada,
revoloteando sobre la parva
que en la era espera
que venga Eolo cantando la Tarara