Navegante a intervalos,
nunca fui prisionero
de lo bello.
Velero de olas gigantes
y alas pequeñas.
Tengo un sueño que se balancea,
entre mares que se pierden
y esperanzas de nácar,
de corceles que mueren
por galopes de intentos...
Cuánto daría por marcar la era,
por ordenar los desastres,
por creer que sólo yo,
estoy en lo cierto.
Y qué sabes tú
de sus sueños,
de sus miedos;
de sus muertes.
Y qué sabes tú,
de la rabia que nace,
donde acaban
aquellos duendes
que te envenenan por dentro.
Aquí, en este mar
que no conoce de tiempos
ni de amores vanos.
En este abismo que ríe y que llora,
tengo mi corazón muerto,
muerto pero vivo,
donde viven
los que nunca murieron...