El nido deshecho no guarda sino
lodo y ramas quebradas,
muestra torpe del deseo
de que algo lo habitara.
El viento no trajo canto,
ni alas diminutas,
solo el silencio
se posó como dueño de la casa.
La lluvia llegó implacable y atroz
azoto con fuerza contra ese nido,
lo resquebrajo mostrando
en todo su infinito, su gran vació.
Mi corazón, es otro nido
hecho a fuerza de dolor un nido sin ramas,
no emplumó ninguna avecilla.
No hubo canto, ni sombra al vuelo,
solo un tibio calor: la esperanza.
Que se vuelve desolación.
La espera tapiza las paredes como musgo.
La ausencia, ha echado tan profunda raíces
que impiden el paso.
Y la tristeza ya todo lo habitó…