Las raspadas rosas;
espadas hacia mí,
recuerdo de su desprecio en pecho;
júntales del suelo que vi,
como lugar de mi alma ya en desecho.
Tanta fe depositada en rojos pétalos,
deshizo en rastrojos tus coléricos enojos,
lanzadas cual fieras espadas en desprecios malos,
¡No las quiero!; lloraron mis ojos.
Quedaron en el suelo de aquella ciudadela,
raspadas un rato por andantes raros;
fije mis ojos en las rosas de mi Adela,
les dije tiradas: ella prefirió a finos avaros.
No regresaría junto a mí, lo supe;
estrujé entonces las rosas a mi pecho,
y sus espinas espadas se hundieron a mi corazón que esculpe,
a diario el recuerdo de raspadas rosas en desecho.
Isaías Glez.