Deslave
Con un nudo en la garganta,
se tragó todo su llanto,
ya no pudo aguantar tanto,
la tristeza fue una planta.
En sus ojos, se veían
más que lágrimas, derrotas;
de esas amargas, innotas,
aunque sus labios reían.
Y al preguntar, ¿qué pasaba?
Dijo ella, todo tranquilo,
pero nada fue un sigilo,
en sus ojos, se notaba.
Su voz era terciopelo,
pero el alma, una tormenta,
guardaba su amarga cuenta
bajo un falso e inmenso cielo.
Y aunque el día la alumbraba,
vivía en noche profunda;
en su pecho, tremebunda
la espina que le sangraba.
Cada paso era cadena,
su destino, sin consuelo;
y en la danza de su duelo,
se abrazaba a su condena.
Mas al fondo de su pecho
brotó un soplo de ternura,
como una fugaz dulzura,
batallando en su derecho.
Y en su grieta más callada
brolló un canto, tibio y cierto,
como quien abre un desierto
solo con una mirada.
Yo no sé quién la haya herido,
ni por qué tal cual estado,
sea donde lo ha encontrado
ese lienzo compungido.
No sabré de su quebranto
ni el origen de su abismo,
mas respeto su heroísmo
en la forma en que es su canto.
Samuel Dixon