Mérida, tierra de cumbres serenas,
hoy lloras el rugir de tus torrentes,
que crecen con furia, rompen cadenas,
dejando el rastro amargo de sus dientes.
Casas deshechas, el barro lo cubre todo,
silencio aturdido donde el río impera.
Vidas rotas, sin luz ni recodo,
la esperanza se aferra, aunque sea quimera.
Pueblos aislados, sin voz, sin camino,
el abrazo fraterno busca conexión.
La naturaleza, cruel destino,
desafía la fuerza de cada corazón.
Mas en medio del lodo y la desolación,
se alza el espíritu, indomable y tenaz.
La gente merideña, noble en su acción,
construye puentes de fe, de amor y de paz.
No están solos, su grito resuena,
en cada alma que siente el dolor.
La solidaridad es la luz que serena,
un faro encendido, un bálsamo de amor.
Por los que luchan, por los que perdieron,
por cada lágrima, cada suspiro,
la tierra se curará, los vientos barrieron,
y un nuevo amanecer traerá respiro.
Mérida, corazón valiente, hoy herido,
resurgirás de la furia que te azota.
Venezuela te abraza, unida en el sentido,
de que la esperanza jamás se agota.
JTA.