Por los campos paseaba Doña Pancha,
como el caballo flaco, Rocinante,
del valiente Don Quijote de la Mancha,
de noble estampa y corazón valiente.
¡Alto! Que su flacura no les ciegue,
que al criticarla todos han fallado;
no hay quien a su corazón no llegue,
al verla correr libre por el prado.
Su sendero de espinas y de piedras,
adornado por negros nubarrones;
no fue de ella ni el heno ni las hierbas,
mas su alma dominó amplios corazones.
Hoy su nombre cabalga en la memoria,
figura triste y noble de su historia.