Tu olor no se disipa de mi alma, aún te respira. Sin querer, a veces repito momentos que fueron tuyos, que fueron nuestros… una vida.
Ya no tengo las fibras de tu piel de seda entre mis manos, esas que a la mía le daban la vibra que candela la volvía: sin miedos, sin heridas.
Tú nunca serás, porque para mí, eres —siempre eres—.
Eres mi tristeza sin calma, mi nube pasajera, esa mirada que se pasea una y otra vez por la vereda.
Y aunque despierte y ya no te tenga, sé que te tengo: eres cielo, porque vives en mí, porque mi alma… llenas.
Eres lluvia fresca. Y aunque mis manos heladas tengan que seguir otra cuesta, te llevo conmigo en otros besos, hasta cuando me entrego en otro cuerpo.
Porque pase lo que pase, te llevo tan dentro, que eres de mi vida aliento y sustento… aunque tenga que vivir sin tu presencia otra vida…
¡Son momentos!