Luciana Trejo

Jardín de los inmortales

Le tocó el corazón con dos dedos.
Y allí floreció un lirio.
Dentro.
Silencioso.
Eterno.

Un amor guardado en el silencio de los siglos,
preservado para el gran final.
Quizás ambos se permitieron demasiada libertad al amar,
pero ¿quién podría culparlos?

Ahogados entre los dobleces del velo celestial,
dos entidades que desean rozar los labios
en un mudo “hasta pronto”.