No hay manera de volver atrás, a la manera en la que solíamos ser.
El camino fue un jardín asombroso en el que no se encontraba ni una sola espina, al menos no a simple vista y hasta lo que pareciera el primer vestigio de un fin anticipado, esa sería la verdad que decidimos ver.
Más tarde, tuve que ver y me permití indagar a través de aquel magnífico jardín: ¿De verdad no hay veneno ni espinas aquí?
Me di cuenta de que mi jardín en realidad se encontraba repleto de flores engañosas, pero me sorprendió lo que aconteció, pues si era un jardín tan ambiguo, ¿por qué se llenaba de hermosos abejorros, mariposas y un sinfín de insectos coloridos?
La verdad es que no existe una verdad absoluta. Tuve que seguir escarbando solo para darme cuenta de que mi amado jardín fue dañado desde su nacimiento.
Esto sucede por la simple causa de que los humanos no hemos desarrollado la habilidad de la perfección, es debido a que el egoísmo probablemente se encuentra desde la sangre en algunos seres y no es posible extraerlo.
Me encontraba perdida tratando de dar alumbramiento a un próspero futuro lleno de paisajes asombrosos, pero no me daba cuenta de que mi presente se hallaba en moronas.
Por tanto, para continuar fue necesario aceptar algunos hechos.
El jardín nunca fue mío, la razón por la que cuidaba de él es por mi incesable necesidad de ser útil para todos mis cercanos y es también el mismo hecho que me convierte en una herramienta perfecta y desechable.
Yo no amaba el jardín, amaba ciertas flores, es por eso que quería verlas crecer y dar frutos, rodeadas de coloridos seres que les dieran alegría y vida, es decir, amaba a esos seres que otorgaban vida y color al jardín pero no al jardín como tal.
El sacrificio para mantenerlo nunca fue amor, era eso: sacrificio. ¿Quería mantenerme viva? ¿O quizá era la forma de acelerar el final? No importa la respuesta; lo cierto es que privarme de mis necesidades básicas era tortuoso y el amor no se transmite mediante el dolor.
El jardín comenzó a perder sus colores en el momento que fue evidente que se mantenía con colorante artificial y no colores que yacen de la naturaleza misma.
Alejarme del jardín nunca significó un problema; pero despedir a mis abejorros, mis hermosas flores frondosas, los frutos que obtuve de él, mi catarina y todos mis coloridos insectos, eso me aterraba de manera indescriptible, abandonar a mi mariposa, aquella que conocí en el linaje del jardín, la tortura era dejarles ir.
La ambigüedad del jardín: mentiras, manipulación, inspiración falsa, colores falsos, imagen abstracta. Mi jardín nunca fue jardín, en realidad siempre fue un patio abandonado sin futuro, no hay futuro conmigo en él.
Mi jardín me obligó a convertirme en una persona ambigua cuya creencia se cultivó en una falacia, mientras mis flores vacilantes fueron las únicas que sobrevivieron hasta el final; las tres flores de mis poemas no pueden ser heridas ni por mi jardín ni por mis espinas, por tanto, el jardín ambiguo se destina a la destrucción.