Sólo tú y yo, confabulación ardiente,
sin dios que nos nombre, sin ley que nos guíe,
abrazos que laten como un continente,
bajo piel que grita, gime y desafíe.
El mundo se calla si estás en mi pecho,
la noche se curva, la estrella se inclina,
pues somos un fuego sin hora ni techo,
un pacto sellado en carne y neblina.
No hay mundo allá afuera que logre escindirme,
de tu aura que hechiza, de tu alma encendida,
si muero que sea por verte rendirme
bajo tu mandato de amor y de vida.
Somos conjurados por verbo y deseo,
manjar que se ofrece sin freno ni abrigo,
que tiemble la tierra, que griten los cielos,
pues somos tú y yo… y el delirio es testigo.