Se yergue la rueda, gigante y silente, en vías de antaño, metal y sendero. Un alma de acero que aguarda impaciente el viaje incierto, su anhelo primero.
El cielo se incendia en ámbar y fuego, naranjas y ocres, un lienzo sublime. Las nubes, testigos de un dulce sosiego, donde el Sol errante su paz redime.
Y allá, en la distancia, un sol que renace, abraza a un árbol, de otoño vestido. Sus hojas doradas, que el viento deshace, murmuran secretos de tiempo vivido.
Bandada de aves, con alas de espuma, cruzan el ocaso, libres de ataduras. Promesas que viajan, borrando la bruma, buscando en lo lejos sus propias venturas.
La senda de hierro, que invita al camino, la bici que espera, con huella marcada. Un viaje que llama, un grito divino, la vida que fluye, jamás detenida.
© 2025 OneyCFCuba