Dejaré la puerta abierta, por si decides regresar. Cada noche, al caer el sol, mi mirada se pierde en el horizonte, esperando ver tu silueta aparecer en el camino. Los recuerdos de tu risa aún resuenan en cada rincón de este hogar, y la esperanza de tu retorno es la luz que guía mis días.
Todo está listo y en orden para tu retorno. Cada objeto en esta casa ha sido tocado con la misma devoción con la que se espera un milagro. El lecho de amor, testigo de tantas caricias y promesas, está impecable, con las sábanas de lino que tanto te gustaban. Puse flores frescas, tus favoritas, sobre el mueble del pasillo, para que su aroma te reciba y te anuncie que nada ha cambiado.
La alacena está surtida, esperando a su dueña. Tus tazas favoritas, tus especias predilectas, todo está en su lugar, listo para que tus manos expertas le den vida a nuestras comidas compartidas. Y en el jardín, con mis propias manos, planté rosas en tu honor, para que cada pétalo que florezca te recuerde el amor que aquí te espera.
Pero, mi amor, no creo que vaya a estar cuando llegues. El destino, caprichoso y a veces cruel, me empuja hacia otros rumbos. Pierde cuidado, estaré bien. Mi corazón, aunque adolorido por esta partida, sabe que tu felicidad es mi mayor consuelo.
Cuida del jardín, cuida de la casa. Son el reflejo de nuestro amor, los testigos silenciosos de nuestra historia. Mantén viva la llama de nuestros recuerdos, y cada vez que el viento susurre en los árboles, piensa que soy yo quien te abraza desde la distancia.
Si alguien te pregunta por mí, diles que alcé la vela de mi barca y ahora el viento me llevó a otros cielos. Que no hay lamentos ni tristezas, solo la certeza de que nuestro amor trasciende cualquier barrera.
La verdad no sé si regresaré. El camino es incierto, y las estrellas me guían hacia un destino desconocido. Pero no importa dónde me encuentre, mi alma siempre estará contigo, con cada recuerdo, con cada esperanza.
Cuídate, mi amor. Y recuerda que, aunque el adiós sea doloroso, el amor verdadero permanece eterno.