Hace tiempo no pienso en la muerte,
hace el mismo tiempo que no te extraño,
será que tanto te necesitaba para sentirme vivo
o al menos temerle a la nada,
en esa insaciable sazón de vacío
ese motor a la búsqueda de esencia, de alma.
Llegué hoy aquí, al borde de contemplar
el cráter acuñado en millones de estrellas,
llevado a formarse en acantilado,
mina, laguna o pozo;
un vacío propio del cuero terrestre,
la salida forzada y el poder de contención.
Así dentro habrá hoyos, por fuera heridas,
que simplemente no llenarán…
que no existen para ser saciados,
sino solo para existir;
ahí como un silencio admirable y conmovedor,
hablando en su elegancia y nutriendo en la ausencia.
Tal vez era necesario perderte,
o dejar de buscarte…
el precio del sueño y la madrugada
con el remplazo de mí mismo,
no te urjas que si te recuerdo
ahora sin sentir frío.
Y aunque ya no te espero,
sé que volverás abatiendo todo sello,
inmune a cualquier engaño,
volverás a reclamar mis desvelos
para adueñarte de mis delirios
a por otra marca en algún deseo.
Aquí verás de espacios y cuevas
cual hacer de tu refugio,
añorando la burbuja de tinta
que se hizo en un soplo de la brea de mis venas
en el empuje resiliente de no tenerte
jugando a reventarte donde menos te quieren.