Era contumancia la mano que alzaba cada imagen como bandera vana,el dedo que buscaba la ventana donde el mundo mirara y aprobara.
Era contumancia la sed constante
de ser visto, de ser reconocido,
de convertir cada gesto vivido
en espectáculo para el instante.
Fotografías como gritos mudos,
poses que mentían mi verdad,
filtros que disfrazaban la ansiedad
de corazones inquietos y desnudos.
Pero algo cambió en el silencio,
cuando dejé de gritar hacia afuera,
cuando encontré mi propia primavera
sin necesidad de testimonio.
Ahora soy feliz y nadie lo sabe,
qué dulce libertad la del secreto,
qué hermoso es este gozo concreto
que en mi pecho callado se alabe.
No hay cámara que capture este momento,
no hay like ni felicitación que valide esta sonrisa,
solo yo y mi alma que se eriza
de pura dicha en el silencio lento.
La contumancia murió una mañana
cuando comprendí que la felicidad
no necesita de publicidad
ni de ventana que se abra temprana.
Y es maravilloso, sí, maravilloso
vivir sin sed de reconocimiento,
ser pleno en mi propio pensamiento,
ser libre, ser mío, ser dichoso.