Gozar de la liturgia misteriosa
plasmada en la caricia;
hacer de la epopeya del hechizo
encantador enigma.
Rendir los ojos castos
al valor de sonrisas atrevidas;
dejar que las mejillas se sonrojen
si el labio dulce osado te suspira.
Tentar con sugerente decisión
las mentes indecisas;
perder la timidez
si sientes que palpita
a fuego un corazón
que otrora reposaba entre cenizas.
Coser al alma inerte
las hebras de las almas fugitivas;
saber que en el halago persuasivo
se atisba la voraz galantería.
¡Seducir con el verbo y la mirada!
A veces de pupila,
en otras con la voz y la palabra,
mas siempre entre las sombras clandestinas,
si acecha la pasión,
urdiendo la espiral de la conquista.