Javier.

PRONUNCIARTE

Hay letras tuyas
que no se leen con los ojos,
sino con la yema de los dedos.

Tu espalda, por ejemplo,
es una frase en cursiva
que pide ser leída despacio,
sin saltarse comas,
sin olvidar sus pausas.

Y tu cuello…
ahí las vocales se derriten
antes de decir tu nombre.