⚠️ Advertencia del autor
Este poema es una obra de ficción poética que utiliza símbolos religiosos y oscuros para explorar conflictos internos, espirituales y existenciales. Al igual que ocurre en novelas de terror, películas o ciertas expresiones artísticas, su propósito no es ofender, sino provocar reflexión a través de lo inquietante. Recomendado para lectores con sensibilidad abierta hacia lo transgresor, lo metafísico y lo simbólicamente perturbador.
La cruz arde al revés
666…
soy el enviado con disfraz de mártir,
mi tatuaje escondido sangra versos
que Satán susurra cuando el mundo duerme.
No reces por mí.
Cada Ave María que entra en mi oído
es una garra hurgando carne desde adentro.
Habla lenguas que no existen,
gira el cuello burlando la fe
y ríe con la voz de mi madre muerta.
Las paredes sangran mi nombre.
La cruz… arde al revés.
El incienso se pudre en el aire,
como si el alma fuera un chiste mal narrado.
Mis sueños están poseídos:
una niña camina de espaldas
por el techo de mi mente
y me besa con una boca rota,
como los que niegan a Dios y al Diablo por igual.
Me confesé ante el espejo,
pero fue él quien me absolvió:
ese reflejo que no parpadea,
que sonríe cuando lloro,
que grita cuando callo.
¿Dónde está tu fe ahora?
¿Bajo la cama, con los monstruos
que yo mismo parí?
¿O en ese grito que nunca sale
cuando despiertas paralizado
y alguien te susurra tu nombre… al revés?
Sí…
fui mártir por error,
enviado sin salvación.
Ahora soy altar de blasfemia:
espinas tatuadas como corona,
y un rosario de pecados anudados en mi garganta.
No busques redención aquí.
Solo queda ceniza,
carne herética
y una cruz ardiendo al revés…
como si ese fuera el final.