Cuando se amaban
conversaban todos los días
y se contaban las leyendas.
Sabían que eran exclusivos
y bajo el sol de la tarde
lo escribían en la arena.
Se juraban que morirían juntos
y serían amantes eternos,
como lo hacen los lobos.
Pero, a menudo el destino huye
de las certeras convicciones
y acomoda las fichas...a su modo.
L.G.