Mi silencio
no es un agujero que va gritando huidas.
Es un reino de olor a caramelo recién roto,
manchas de acuarela fugitiva, azul añil, rojo que quema,
es eco de una risa desterrada en la garganta.
Es campo abierto
catedral de prístino algodón
no tiene bordes ni ataduras
ahí siembro palabras que no nacen,
historias locas que se enredan como abrazos
y el alma se tiende a secarse con el Sol.
Algunos días es fiesta clandestina:
chispas de estrellas que navegan las pupilas,
un niño que corre descalzo en las praderas
bestias de colores que beben versos y que rugen sin sonido.
Es arcoíris, es universo.
Mi blanco no es vacío:
es nido de luz recién nacida,
es la nieve antes del primer paso,
el lienzo inmaculado donde tejo mundos.
Es mi refugio de colores
territorio sagrado donde hasta la sombra lleva alas.
Mi silencio
no se defiende.
Se expande.
Se acuesta a mi lado
y me muestra
cómo se crea la luz desde la más profunda paz.
Aunque me digan loco. Zombi. Tronco viejo.
Amo mi silencio.
El silencio que habita mi pellejo.