Me ha dado por quitarle
La mudez al papel,
Y aquí estoy, diciéndome
A ser yo sin dejar de ser.
A veces, cuando no hay secretos
En la mesita de noche,
Ni hay ceguera que quiera ver,
Dos cuerpos escriben en una sola
Palabras pero nada se pierde
En el árbol.
Esa es mi casa y la dibujo
En tanto pueda aparecer
Amapola ensangrentada,
O en cuanto un romano
Saque brillo a su gladium.
Uno no debe renunciar
A nada que vuelva,
De eso sabe mucho
El velo de un mármol.
El papel me recuerda
Que tengo una caja con música
Y las bailarinas pueden alzar
Sus pies y decir cuanto
Les apetezca: una a una
Y el coro después.
Uno aspira a ser yesca
Desde la partida y confesar
Sin perdón hasta el final
Asentir el sí: la tilde no tiene
Porqué esperar para justificar.
No es bueno cuando aparece
¡Felicidad! Para eso hay que conocer
La tristeza, prefiero humillar de paz
Y que diga vuelta y vuelta;
Eso es el papel con mi mano
A ser la hoja de un poema.