Desterrado de palacio,
surge un amorío en verso
que, por atrevido y terso,
te parte con su desprecio.
Un cantar del sentimiento,
buscando un leve descuido,
donde vivir lo prohibido
vale hasta el último aliento.
¡Ay!, que el juglar ha venido
en busca del buen amor;
por sus coplas de primor
en la corte es conocido.
Dentro del vergel florido,
trova a las damas de honor;
con su timbre de tenor
su arrobo es el preferido.
Tañe el laúd los arpegios,
con sus rimas y contagios
los amores son prodigios
que se trenzan de cortejos.
En el gran salón de espejos,
los romances son festejos.