🩸 Primer Exilio
Mi primera vez,
mi primer respiro,
fue un castigo con forma de aliento,
una blasfemia envuelta en llanto.
No pedí entrada a este teatro,
ni este disfraz de hueso y piel.
Me arrojaron —
como se expulsa un demonio del útero—
con gritos que no eran míos,
pero me bautizaron de por vida.
La luz me abrió los ojos
como un ángel sin clemencia,
imponiéndome un credo
grabado con látigos de oro en la retina.
Mis ojos, espantados,
no vieron ternura ni madre,
solo batas, bisturíes,
y un crucifijo que sudaba miedo.
Me llamaron milagro,
pero yo era evidencia:
de que la carne traiciona,
de que nacer no absuelve,
sino condena.
Respiré,
y ese fue mi primer crimen.
El segundo:
seguir respirando.
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🕯️🕯️ Turno Final
Estamos en la fila.
Invisible. Irónica. Irrevocable.
Como un suspiro eyaculado en papel higiénico:
nadie sabe cuándo le toca
irse por el drenaje del mundo.
Cada minuto,
alguien se esfuma.
Una risa se apaga sin lamento,
una silla queda tibia un instante,
y luego —ya nadie la reclama.
No puedes rogar al verdugo,
ni sobornar al azar.
No hay contraseña,
ni número,
ni puerta de salida.
Solo este tránsito ridículo:
vestido de agenda,
disfrazado de selfies,
maquillado con propósitos de año nuevo.
Así que, mientras aguardas
tu ejecución suave:
Haz del insomnio un altar.
Haz del amor un incendio consentido.
Haz del arte una herejía perpetua.
Haz del cuerpo,
una tumba sagrada.
Haz del beso un pacto sin rescate.
Haz sangrar tu nombre
en la memoria ajena.
No finjas que hay tiempo.
No laves el alma con excusas.
No abraces por compromiso.
No mires al cielo
esperando prórroga.
Afila tu adiós.
Abre las costillas
y deja salir al monstruo.
No llegues pulcro a la nada.
Llega feroz.
Llega incendiado.
Porque nadie sabe
en qué parte de la fila está.
Pero todos…
ya estamos temblando
sobre la guillotina.